La noche en que se fue la más grande
Rocío Jurado, al paso de la virgen de Regla. | EL MUNDO
Eran las 05.15 de la mañana del 1 de junio de 2006. Era la madrugada en que Rocío Jurado dijo adiós, después de una larga lucha contra el cáncer. La noticia saltaba a las redacciones, 'la más grande' se había ido. Dijo adiós en su casa de Madrid, acompañada de su familia, rodeada de sus seres queridos.
Fue su hermano y representante, Amador Mohedano, quien dio la triste noticia: "Rocío Jurado dejó de respirar a las 05.15 (...) Murió tranquila, sin grandes angustias y como ella quería, rodeada de los suyos, de su familia".
Cinco años después de aquella noche, 'la Jurado' sigue ocupando tantos espacios en los medios como lo hizo en vida. Los dimes y diretes de su familia a costa de la suculenta herencia que dejó, la guerra entre los Ortega Cano y los Mohedano y las apariciones constantes en televisión de su hermano, cuñada y sobrina hacen que el recuerdo de 'la más grande' no se pierda en el olvido ni un sólo día.
Pero Rocío era muchísimo más. Era la dama de la copla, de la canción ligera española que llevó con orgullo por todos los rincones del mundo. Aún hoy es imposible pasar una Navidad sin ver las imágenes de su último especial navideño junto a su gran amigo Raphael o escuchar de fondo en los programas grandes canciones como 'Señora', 'Como yo te amo' o 'Como una ola'.
Pero también amaba el flamenco y el flamenco la amaba a ella. Decenas de veces su familia ha contado aquellas noches en las que 'la más grande', rodeada de los suyos, se arrancaba un zapateo y un cante. Tenía escuela 'la Jurado' procedente de pura herencia genética de la mano de su padre Fernando Mohedano, zapatero con dotes de cantaor. Pero siempre con respeto, pues el cante es mucho cante.
Su muerte fue ejemplo de su vida. Meses de agonía seguidos al milímetro por decenas de cámaras y periodistas que la seguían a Houston, que buscaban cualquier información de su entorno, que dieron su regreso a bordo de un avión de 'El Pocero' como si una visita del Papa a España fuera. Rocío era la reina de corazones, la reina de los medios, la reina de la copla.
Su muerte no sólo dejó un gran vacío en la música española, sino también un gran vacío en el corazón de su viudo, el torero José Ortega Cano, con el que contrajo matrimonio en 1992, protagonizando la gran historia de amor que enamora al papel 'couché' y a sus lectores: artistas y toreros.
Como ya lo hiciera Paquirrín con Isabel Pantoja, Estrella Morente y Javier Conde o Concha Piquer y Antonio Márquez, la artista se casó con el torero. Su amor siempre estuvo rodeado de nubarrones, de oscuras conspiraciones y de rumores, pero Ortega Cano supo demostrar que Rocío era su amor. Eran el uno para el otro.
De hecho, desde que ella se fue el matador no ha levantado cabeza. Ahora se debate entre la vida y la muerte tras un fatídico accidente el pasado sábado en el que falleció un hombre. Y ahora son muchos los que se empeñan en afirmar que Ortega Cano se quiere ir con su Rocío.
Lo cierto es que el quinto aniversario de su muerte, igual que en su vida, no estará marcado por el recuerdo de su voz, que nadie olvida, sino por la tristeza y la angustia del que fue "el amor de su vida".
Fue su hermano y representante, Amador Mohedano, quien dio la triste noticia: "Rocío Jurado dejó de respirar a las 05.15 (...) Murió tranquila, sin grandes angustias y como ella quería, rodeada de los suyos, de su familia".
Cinco años después de aquella noche, 'la Jurado' sigue ocupando tantos espacios en los medios como lo hizo en vida. Los dimes y diretes de su familia a costa de la suculenta herencia que dejó, la guerra entre los Ortega Cano y los Mohedano y las apariciones constantes en televisión de su hermano, cuñada y sobrina hacen que el recuerdo de 'la más grande' no se pierda en el olvido ni un sólo día.
Pero Rocío era muchísimo más. Era la dama de la copla, de la canción ligera española que llevó con orgullo por todos los rincones del mundo. Aún hoy es imposible pasar una Navidad sin ver las imágenes de su último especial navideño junto a su gran amigo Raphael o escuchar de fondo en los programas grandes canciones como 'Señora', 'Como yo te amo' o 'Como una ola'.
Pero también amaba el flamenco y el flamenco la amaba a ella. Decenas de veces su familia ha contado aquellas noches en las que 'la más grande', rodeada de los suyos, se arrancaba un zapateo y un cante. Tenía escuela 'la Jurado' procedente de pura herencia genética de la mano de su padre Fernando Mohedano, zapatero con dotes de cantaor. Pero siempre con respeto, pues el cante es mucho cante.
Su muerte fue ejemplo de su vida. Meses de agonía seguidos al milímetro por decenas de cámaras y periodistas que la seguían a Houston, que buscaban cualquier información de su entorno, que dieron su regreso a bordo de un avión de 'El Pocero' como si una visita del Papa a España fuera. Rocío era la reina de corazones, la reina de los medios, la reina de la copla.
Su muerte no sólo dejó un gran vacío en la música española, sino también un gran vacío en el corazón de su viudo, el torero José Ortega Cano, con el que contrajo matrimonio en 1992, protagonizando la gran historia de amor que enamora al papel 'couché' y a sus lectores: artistas y toreros.
Como ya lo hiciera Paquirrín con Isabel Pantoja, Estrella Morente y Javier Conde o Concha Piquer y Antonio Márquez, la artista se casó con el torero. Su amor siempre estuvo rodeado de nubarrones, de oscuras conspiraciones y de rumores, pero Ortega Cano supo demostrar que Rocío era su amor. Eran el uno para el otro.
De hecho, desde que ella se fue el matador no ha levantado cabeza. Ahora se debate entre la vida y la muerte tras un fatídico accidente el pasado sábado en el que falleció un hombre. Y ahora son muchos los que se empeñan en afirmar que Ortega Cano se quiere ir con su Rocío.
Lo cierto es que el quinto aniversario de su muerte, igual que en su vida, no estará marcado por el recuerdo de su voz, que nadie olvida, sino por la tristeza y la angustia del que fue "el amor de su vida".
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